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5/29/2014

Durante muchos años se empeñó en dar todo lo que tenía una y otra vez, progresivamente y sin descanso. 
Tenía la obligación de ver la satisfacción de un rostro ajeno que no la protegía, y eso era lo que más necesitaba. Una armadura, un muro impenetrable. Quería un regalo
inerte, invisible a los ojos.
A veces se sentía frágil y aquello mostraba su peor cara, una oscuridad con la que disfrutaba indirectamente y en la que sospechosamente era experta. Una maldad que hacía florecer mil espinas, pero que la reconfortaba. ¿Por qué debía conformar sus días en convertirse en algo que no merecía la pena? Ella quería ser egoísta. La vida la estaba rodeando en una espiral infinita, sin días ni horas, pero siempre escondida. 
Quería escapar de nuevo pero le asustaba estar sola... Aunque en realidad siempre lo había estado, nadie había entregado su tiempo y su vida en hacerlo con ella.
¿Quién sabía su secreto? Su destino favorito, el color que más odiaba, la persona más influyente en su vida, su mayor decepción, su mayor puñalada. Nadie sabía nada
porque nadie quiso saberlo. Ella no era ella, porque nunca había sido ella realmente.

1 comentario:

  1. Muy bueno, me siento peligrosamente identificada con esto y no sé si sea bueno o malo, pero me encanta.

    Sigue así. Saludos.

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