En ese momento las pulsaciones se me disparaban. Era de esas veces en las que miras a tu alrededor y todo va lento, cómo en una película, dónde sabes que después de eso
pasará algo importante.
Reí, y en aquel instante todo se aceleró. Se puso a treinta mil revoluciones por minuto.
Me apreté la camiseta con fuerza, queriendo gritar al unísono con toda aquella gente, pero no pude, estaba congelada.
Abrumada por el desconcierto y la alegría que aquel gesto suponía.
Pasaron los segundos; volví a la realidad. Me abracé a quien fuera que tuviese al lado (no lo recuerdo) y me llené de orgullo y coraje. Salí a la calle coreando el éxito. Mi arrogancia se impuso esa noche... Tanto, que eclipsaba a aquella luna llena que brillaba casi como si quisiera celebrarlo también.
Me tiré al suelo de la calle, ante la mirada de curiosos y aficcionados. Y entonces me dí cuenta que vale luchar, que vale creer, que vale admirar. Razones, tenemos todos, pero la mía, se tiñó de blanco aquella noche.
Dios!! BUENÍSIMO jajaja me encanta el color BLANCO!=P
ResponderEliminarLo has descrito genial ^^ me siento super identificada ;)
Sigue así, y a ver si las próximas dos semanas tenemos la misma sensación!
Un beso!