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5/02/2011

No te gusté el primer día, ni el segundo, ni el tercero tal vez. Odiaba cada una de tus carcajadas y tu sentido del humor pésimo y simple. Te aterrorizaban mis locuras, mis subidas de tono y el sonido de mi voz era irritante. No entendía el porqué de tus camisas metidas hacia dentro, como tu personalidad.  Ni tú entendías porqué te debía tantas sonrisas como lunares en tu espalda. Me irritaba el que no pararas de tocarme, cómo si yo fuera una las pocas afortunadas a las que te dignabas a hacérselo. 
Buscabas mil excusas para evitar cruzarte conmigo pero chocamos como dos cometas incandescentes... Dando tanta luz como el Sol un diecinueve de agosto; cálido y agobiante. Ahora, atrévete a quererme si puedes.

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